Sado Masoquismo: De vicio privado a Práctica Pública

Hola. A quien sea (espero conocerlo pronto):
Mi nombre es Z., y me gustaría encontrarme con Usted para Satisfacerlo en todo lo que me pida, si es que tenemos buena “piel”. Soy bastante nuevo en esto, pero me gusta experimentar y sobre todo hacer gozar a mi AMO en todos sus pedidos o exigencias -y no soy de asustarme fácilmente-. Me complacería que cuando Usted pueda me llame y me ordene que pase por su casa, a la que asistiré sin demora para recibir el castigo por no haber escrito antes. Si son más de uno, me prendo igual. Llámeme y charlamos el resto.
A SUS ORDENES,
Z.

Los avisos por contactos SyM suelen recibir cartas como esta, que se reproduce textualmente cambiando solamente el nombre del remitente. En ella podemos acceder a los códigos que definen los vínculos de este tipo (sumisión-dominación, en este caso): tratamiento de “Usted”, uso de mayúsculas (AMO), frases definitorias de un determinado rol (“recibir el castigo por no haber escrito antes”).

Todas las variantes basan sus juegos en pautas muy específicas de lenguaje, gestos, escenarios, prendas, objetos, etc.. Aun a riesgo de caer en simplificaciones, encuadraremos los tipos de relación bajo el nombre general de prácticas S&M, es decir, Sadismo y Masoquismo. Dos palabras que todos utilizamos a diario pero que, en realidad, pocos saben bien a qué se refieren o, en todo caso, son usadas con lo que cada uno piensa que significan.

Donatien Alphonse Francois, Marqués de Sade, nació en París en 1740 en el seno de una aristocrática familia. Escribió una serie de libros de los cuales podemos citar «Justine» (1791) o la famosa «Filosofía en el tocador» (1795), que causaron un enorme escándalo en su tiempo por las prácticas sexuales que describían, centradas en el dolor físico, sí, pero aún más en situaciones de dominación de uno por otro. Donatien fue encerrado por Napoleón en el Hospicio de Charenton, donde muere en 1814. Antes de eso y siempre a causa de sus escritos, sufrió diversos encierros en la Bastilla.
Luther von Sacher-Masoch (1835-1895), fue un escritor austríaco tan enamorado de una mujer que le escribió una serie de cartas en las que describía una serie de tormentos a los que se sometería gozosamente para llamarle la atención. Su libro más famoso en esa onda es «La venus de las pieles».
De sus nombres derivan las palabras sadismo y masoquismo.

En un primer momento, estas prácticas fueron regladas por el derecho en relación a conceptos morales que eran el basamento de la ley. Luego la medicina se apropió de ellas convirtiéndolas en menciones de enfermedades y desviaciones. Finalmente, el psicoanálisis toma la posta y las incluye como perversiones.
Sin embargo, y desde hace tiempo, se escuchan críticas a estas posturas reduccionistas ya que, en todo caso -y al igual que lo que sucedía con la homosexualidad, tomada como un conjunto uniforme de conductas-, debemos hablar de sadomasoquismos porque al hablar de sadomasoquismo o de una posición sadomasoquista, la teoría se vuelve tan general que termina no diciendo nada.

Derecho, medicina y psicoanálisis tiñeron las prácticas sadomasoquistas con un tufillo a enfermedad y moralina, generando en el imaginario social un rechazo automático acerca de la irrupción del dolor y lo supuestamente violento (en un doble juego de violación y violencia) dentro del privadísimo ámbito de lo sexual.
Hoy sabemos que no hay espacios absolutamente privados y que la historia y la realidad todo lo cambian.
Hace unos años, era impensable escuchar en una reunión el relato por parte de una pareja de ciertos juegos sexuales, y quienes lo hacían eran mirados como «algo anormales» por el resto. Mirada que se originaba en cierto consenso acerca de lo que estaba bien y mal, más que desde una posición propia.
Hoy es cada vez más habitual escuchar estos relatos que, independientemente de acordar con ellos o no, suelen ser escuchados como un “algo más” y, la mayoría de las veces, con franca curiosidad.
Así como creemos que la palabra “homosexualidad” debería desterrarse a quarracinescos territorios trogloditoides, lo mismo pensamos acerca de estas dos palabras, sadismo y masoquismo, tan cargadas como la primera de normatizaciones pseudocientíficas.

Para diferenciar estas dos visiones sobre una misma práctica, preferimos dejar el término “sadomasoquismo” para los normatizadores de la realidad, y usar el de SM (o S&M) para una conducta cada vez más extendida y aceptada socialmente. Algunos lo denominan SM consensual.
¿Por qué separarlo del sadomasoquismo? Sencillamente porque bajo la denominación de S&M se encuentran infinitos tipos humanos que no se hallan fijados a esa práctica sexual. La realidad nos muestra un continuo que va desde la inclusión en los juegos sexuales de caricias un poco fuertes, a una práctica desarrollada que, contra lo que piensa la gente, es totalmente segura y consensuada, además de responder a reglas de cuidado muy precisas.

El status de toda práctica, sexual o no, solo puede cambiar si la sociedad en la que aquella se desarrolla cambia su visión de la misma. Siguiendo a Judith Buttler, podemos aplicar aquí su concepto de performatividad, con el que se define a identidades o conductas que se modifican impulsadas por los cambios del imaginario social o por influencia de elementos sociales que crean un ámbito favorable para ese cambio de status.
En la vida cotidiana estamos habituados a colocar afuera todo aquello que nos conecta con lo más oscuro (o supuestamente más oscuro) de la conducta humana; y también nos enseñaron a colocar la agresión, la violencia y las relaciones de dominación / humillación en el ámbito de lo “perverso” o “enfermo”.
Sin embargo, cuán comunes son los pequeños sadomasoquismos de la vida cotidiana, encubiertos pero observables: pellizcos, gritos, perforaciones varias, dietas, extenuantes jornadas de gym -donde nos inmolamos con placer-, estudios médicos que invaden el cuerpo (y que a veces los médicos podrían evitar), maltratos cotidianos (hacia uno mismo y hacia otros), etc..
¿Cuántas escenas de la vida cotidiana se encuadran en los criterios de una relación Dominante/sumiso? Por ejemplo, las relaciones médico-paciente -en las que estos últimos están sometidos a un constante maltrato-, o las relaciones maestra/o-alumno/a, o Jefe/a-empleado/a. ¿Qué pensar de los soldados sometidos a la absoluta voluntad de un superior? ¿Qué de los múltiples y para todos banales y necesarios castigos que los adultos (¿dominantes?) infligen a los niños (¿sumisos?)?
¿Qué es en el fondo una relación sexual, sino la expresión de una lucha de dominio y poder? ¿Dónde encuadrar la masiva difusión de tatuajes y aros perforantes en lugares atípicos, elementos hoy totalmente adoptados por una gran parte de la población y aceptada (incorporada) por la mayoría?

El mundo S&M siempre estuvo presente. Sólo que nadie quería verlo. Tal vez porque apunta a una fantasía demasiado presente en todos nosotros. Solo que preferimos verlo como algo extraño y nos viene bien que alguien lo diagnostique como trastorno, enfermedad o perversión.
Detengámonos un momento en este punto. “Perversión” no es hoy una palabra agradable; la gente educada y políticamente correcta la considera peyorativa, y muchos profesionales, tratando de evitar los epítetos, buscan un término alternativo. El último grito de la moda serían las neosexualidades o las parafilias. Hoy, “perversión” es una palabra poco escuchada fuera del ámbito religioso o psicoanalítico.
Perversión ni siquiera es un diagnóstico definido y, como dijera Michel Foucault con simpleza, “...en realidad, no se puede clasificar el comportamiento”.
Por otra parte, lo que es perverso o anormal o enfermo en una cultura, no necesariamente lo es en otra. Si yo me enfrento a un león para luchar con él y matarlo, sería tildado de suicida en Occidente. Pero esa misma conducta era y es muy valorada en algunas tribus africanas.

Por supuesto que existen los “perversos”, que centran toda su práctica sexual en el dolor, pero solo lo serían en el limitado ámbito de una cultura particular que reprobara esa conducta. No es el caso del S&M, donde lo importante no es el dolor sino la representación consensuada de escenas que no hacen más que poner en el tapete el tema de la dominación de un sujeto por otro.
Como toda actividad no admitida abiertamente por los códigos culturales vigentes, el S&M suele ser subversivo de esos códigos, ya que obliga a los que los sostienen a dar cuenta de los mismos. Esto es algo similar a lo que en su momento sucedió con la irrupción de las conductas y códigos de las diferentes homosexualidades en el espacio social. Su mera presencia obligó a inventar la palabra «heterosexualidad», y a los que practicaban la misma, a dar cuenta de ella. Cosas dadas por naturales dejaron de serlo, y la aparición de nuevas formas de vinculación obligó a cuestionar las vigentes.

¿Estamos presenciando algo similar con el S&M?
En Europa -especialmente en los países del norte- y los Estados Unidos, los bares “leather“ y los clubes S&M están muy difundidos. Nadie oculta que los frecuenta. En ellos existe tanta seguridad -o más- que en los espacios hétero, y aún más que en muchos espacios glttb integrados.
Surgen, principalmente en los Estados Unidos, asociaciones que reivindican los derechos de los que practican S&M en todas sus variantes. Muchas de ellas invitan públicamente a sus cursos sobre sexo seguro y prácticas S&M, aún más seguras.
El S&M empieza a perfilar una identidad propia dentro de la comunidad homosexual (recordemos, para evitar confusiones, que su práctica no tiene nada que ver con la orientación sexual). En la Argentina, existe el intento de crear el primer club “leather”. Los chats están llenos de personas que buscan a sus pares S&M, así como los avisos de contactos.
Lenta pero inexorablemente, el S&M sale de la oscuridad a donde fue relegado por la ignorancia y la hipocresía social, y aparece armando su propio e interesante camino.

Algunos hechos S&M
BDSM es una abreviatura para Bondage (ataduras) y Disciplina (BD), Dominación y Sumisión (DS), y Sadomasoquismo (SM). El BDSM es una relación mutuamente consentida, basada en la confianza y el intercambio. El dolor físico no es la meta obligada y, a veces, ni siquiera lo es el contacto genital. La gente que es sumisa en una escena BDSM no necesariamente lo es en otros aspectos de su vida. Lo mismo vale para los que son dominantes en una escena. Ser sumiso no implica ser pasivo, ni ser dominante implica ser activo: hay multiplicidad de combinaciones de roles.

El BDSM, como cualquier otra actividad humana, posee reglas y cortesías que son respetadas por aquellos que lo practican, al igual que todos respetamos las reglas sociales. Asimismo, posee sus propios símbolos, que en algunos casos tienen el mismo status que cualquier otra simbología arbitrariamente aceptada.

Todo el mundo, BDSM o no, habla de los códigos. Pero, ¿qué son? Se trata de una serie de convenciones -como el uso de elementos en determinada posición- mediante las cuales se le indica a otros que uno practica determinadas actividades.

Estos elementos varían con el tiempo (recordemos la escena de los pañuelos en la película Cruising, en la que el color indicaba la actividad, y el estar del lado derecho o izquierdo, la posición preferida). En general esto último es lo más estable en el tiempo. Así, el pañuelo gris a la izquierda significa que el portador es Top/Dom y a la derecha que se es Bottom/Sub. ¿Y estas palabras? Top/Dom es aquel que toma el control de las actividades de una escena; puede referirse a situaciones psíquicas, físicas o ambas. Bottom/Sub es alguien que está, en alguna medida, bajo el poder de otro (Top o Dom); sometido a acciones psíquicas, físicas o ambas.

Reglas de etiqueta
Si somos invitados a una fiesta BDSM, el modo más simple para no desentonar es actuar correctamente, ya que no se trata de una fiesta desenfrenada. Todo lo contrario. Te vas a encontrar con gente correcta, seria o divertida, igual que en cualquier otra fiesta. Todo lo sexual que veas que pasa, es para el placer de los involucrados, no para el tuyo. No te pares como en los cines porno a mirar ansiosamente una escena y metiendo manos, a menos que seas invitado a participar. Una mirada no es una invitación. El Dominante (Top) en la escena, está concentrado en el placer del sumiso (Bottom), y el sumiso seguramente está gozando en un espacio de mucha privacidad, aunque la escena parezca desarrollarse en público. Ninguno desea ser interrumpido.
Interferir con una escena es absolutamente descortés. Una escena S&M no es una película porno. Pero si sos capaz de mirar lo que pasa con una mente abierta, tratando de captar la energía y mandando buena onda hacia la escena, seguramente serás apreciado como espectador. Ningún actor rechaza a una audiencia entusiasta.
Y, como en el cine, queda mal hacer comentarios en voz alta… No es necesario participar de las actividades; solo tener buena onda y no desentonar con el espíritu del lugar, donde la gente suele ser abierta.

Claves
Negociación: es el proceso por el cual se intercambia información acerca de los intereses y límites, a partir de lo cual se decide o no intervenir, y por cuánto tiempo.
Límites: son las actividades, palabras o escenas que una persona no desea experimentar por razones físicas o emocionales.
Palabra clave (saferword): es una palabra en código, generalmente no usada cotidianamente o en un contexto sexual, que indica al otro que debe detenerse en lo que esté haciendo o que debe cambiar de actividad. Esta palabra, combinada de antemano, permite a aquel que cumple un rol de sumisión avisarle al otro que quiere cambiar de escena, actividad, o simplemente detenerse.

Grupo NEXO