sábado, 19 de noviembre de 2005

GAY, el primer hombre


Mucha gente cree que la cosa humana empezó con Adán y Eva, mito ampliamente propagado por John Huston con su película La Biblia. Sin embargo, yo nunca le creí a Huston. Hace poco, paseando por el Pucará de Tilcara, pude descifrar los símbolos de una antigua manta aymará, que contaba otra historia y confirmaba mis sospechas.
En el principio era la nada, y Dios dijo “hágase la luz”, y la luz se hizo, etc., etc..
Y al final Dios decidió que tenía que haber alguien que admirara lo suyo y se dio a la tarea de crear un ser que reuniera las siguientes características, a saber:
• Criterio estético para apreciar la creación.
• Autocrítica para perfeccionarse a sí mismo.
• Que pareciera no envejecer nunca.
• Estar al tanto de los últimos acontecimientos para poder charlar con él.
• Originalidad para dar los últimos toques en el Paraíso.
• Capacidad de estar solo creativamente.
Y así Dios creó al hombre y lo llamó Gay y lo largó a vivir en el Paraíso.
Pero al cabo de unos días empezaron los problemas. Cada vez que Dios necesitaba hablar con Gay, este estaba ocupado, Pantone en mano, combinando mejor los colores en el Paraíso; le criticaba a Dios la disposición de algunos objetos y, lo peor de todo, empezó y se empezó a hacer preguntas: “¿quién soy?, ¿cuál es mi identidad?, ¿por qué estoy solo?”. Y si bien Dios le aclaraba que no iba a encontrar mejor lugar que el Paraíso, Gay quería comprobarlo por sí mismo, contestando que “este lugar es re-aburrido; me gustaría conocer otros espacios”.
Para aplacar a Gay, a Dios se le ocurrió usar el mismo molde y darle un compañero. Así apareció Adán.

La pareja primordial

Al principio todo iba bien. Adán y Gay estaban juntos todo el día y por las noches leían En busca del tiempo perdido, que Dios les había regalado convencido de que tardarían la Eternidad en terminarlo.
Adán, para tener contento a Gay, le dejaba que hiciera cuanto quería, como ponerle nombre a todos y cada uno de los animales, incluso a Adán.
Pero como los Paraísos artificiales no existen, como bien explicaría Baudelaire tiempo después, nubes de tormenta empezaron a perfilarse. Gay pensaba que Adán era un tapado y que no se comprometía lo suficiente en la relación. Entonces empezó a mirar para otro lado. Adán, en un último intento de conciliación, hasta le cedió el uso del control remoto... Pero Gay, nada.
Dios, medio sacado, le explicaba a Gay que el Paraíso era un lugar protegido donde solo iba a encontrar placer cumpliendo ciertas condiciones (nunca aclaradas, por otra parte) a lo cual Gay respondió preguntando qué era el placer. Dios le dijo que el placer para el hombre estaba en cumplir Sus reglas y sentirse integrado. “Pero si tengo que cumplir reglas, eso significa que no hago lo que quiero sino lo que el otro quiere y por lo tanto el placer es del otro y no mío.”
Así las cosas, un día Gay le pidió a Dios que le abriera la puerta -del fondo, a la derecha- del Paraíso, cosa que Dios hizo (ya no se lo bancaba más) y Gay se fue a ver qué había por ahí para tratar de encontrar un placer que fuera propio y no reflejo del de otro.
Entonces Dios se dio cuenta del error que había cometido con Gay y, para que no se repitiera, hizo que Adán no cuestionara las cosas que le eran dadas sino que tomara todo como natural. Y, para asegurarse autoridad, le prohibió comer el fruto del árbol del conocimiento, de modo que nunca pudiera pensar por sí mismo y fuera dependiente.
Todo iba bien hasta que Adán empezó a sentirse solo y a reclamarle a Dios (que también era bastante co-dependiente) por la partida de Gay. Entonces, para evitar rebeliones, Dios creó a Eva que, en el fondo, era muy parecida a Gay.

La primera dama

En seguida Eva empezó a cuestionar, entre otras cosas, el lugar secundario que tenía en relación a Adán, hablándole a Dios de cuestiones de género y advirtiéndole que ella no era “una Barbie cualquiera”. Adán estaba desesperado porque se divertía más con Gay que con Eva, aunque no sabía bien por qué. Además, a Eva no le gustaba Proust. Hasta que un día Eva descubre el árbol del conocimiento y, sin dudarlo, se manda una fruta, lo cual inmediatamente le aclaró tres o cuatro cosas. Entre otras, que estaba mal vestida y muy mal atendida por Adán...
Dios, ya Harto y habiendo elaborado algo de su co-dependencia en el consultorio de la serpiente, decide la expulsión de sus patoteros inquilinos.
Cuando Dios echó a Adán y Eva del Paraíso, les dio el mandato de la heterosexualidad reproductiva, disimu-lándoselos como algo natural y que venía de fábrica, o sea de Él mismo. Seguro de que Adán no cuestionaría mucho -y para evitar la revolución total- le dio a Eva la capacidad de engendrar hijos para que siempre se sintiera atada a algo.
Y presumiendo que tarde o temprano se iban a encontrar con Gay, les insufló la idea de que Gay era una desviación de la naturaleza, que todo lo que hiciera debía ser considerado como un pecado, que ellos eran la medida de todas las cosas y no Gay y su búsqueda insensata del placer. Para lo cual, puso al placer entre las cosas prohibidas, lo que dio lugar a toda la historia judeocristiana de la culpa y el sufrimiento y después daría tema de conversación a los lacanianos con el asunto del goce.
A estas alturas, Gay estaba en pleno proceso de hallarse a sí mismo y casi era la mejor fuente de su propio placer, lo que lo hacía muy peligroso, porque era independiente de los mandatos divinos y el orden establecido. Había encontrado a otros como él que, como tantas cosas del Antiguo Testamento, no se sabe de dónde venían aunque el punto de encuentro era la esquina de Grecia e Imperio Romano, debajo de un olmo...

Deacom

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me parece muy interesante todo lo que he encontrado en la seccion del Armario Abierto, podrian por favor decirme como y donde puedo conseguir los articulos completos.
Muchas gracias.