sábado, 1 de noviembre de 2008

El Vaticano quiere frenar los escándalos de curas pedófilos prohibiendo el ingreso de homosexuales


El Vaticano quiere evitar el ingreso de homosexuales a los seminarios y prevenir así posibles casos de pederastia perpetrada por sacerdotes de la Iglesia Católica. Para ello, recurrirá a psicólogos para que evalúen a los aspirantes. La decisión, anunciada a través de un documento, fue fuertemente rechazada por comunidades de homosexuales, por considerarla racista y homofóbica.

El documento, publicado por la Congregación para la Educación católica, sostiene que el empleo de psicólogos puede ser útil para detectar "las dependencias afectivas fuertes", la "identidad sexual incierta" y "la tendencia arraigada a la homosexualidad".

La "rigidez de carácter" figura también entre las preocupaciones de la jerarquía de la Iglesia al momento de seleccionar los futuros sacerdotes. Los psicólogos, que no formarán parte del cuerpo docente, podrán dar un diagnóstico e indicar terapias en casos de que se manifiesten problemas psicológicos.

El documento, que lleva el título "Orientaciones para el uso de las competencias de la psicología en la admisión y la formación de los candidatos al sacerdocio", fue preparado durante seis años y aprobado por el papa Benedicto XVI. Las medidas fueron ordenadas por el fallecido papa Juan Pablo II, luego de que estallaran varios escándalos de pederastia perpetrada por sacerdotes de la iglesia católica.

Los escándalos, en particular en Estados Unidos, América Latina y Europa, afectaron la imagen de la Iglesia Católica, que en algunos países tuvo que pagar millonarias indemnizaciones.

La doctrina católica considera a la homosexualidad como algo intrínsecamente equivocado y la nueva disposición considera que los homosexuales practicantes no podrán convertirse en sacerdotes. "Muchas incapacidades psicológicas más o menos patológicas se pronuncian sólo después de la ordenación como sacerdotes", admite el librito, de 17 páginas. "Los errores para discernir la vocación no son raros", subraya.

El Vaticano advierte, además, que los psicólogos deberán adherir a "la concepción cristiana de la personalidad humana", sobre todo en materias como celibato y sexualidad. Las terapias necesarias deberán ser efectuadas antes de entrar al seminario, precisa el documento.

"Eso es puro racismo, la típica obsesión homofóbica de la jerarquía eclesiástica", reaccionó Franco Grillini, presidente de la asociación homosexual italiana, Gaynet. "La orientación sexual de un sacerdote debería ser irrelevante ya que la Iglesia lo que exige es castidad. Una medida así contribuye sólo a alimentar la exclusión", agregó.

Para algunos el deseo de alejar la cultura gay de los seminarios, donde se ha manifestado ese fenómeno, termina por esconder el problema sin resolverlo. Por su parte, otra asociación italiana de homosexuales, Arcigay, se ofreció como asesor para detectar a los homosexuales latentes en un comunicado divulgado a la prensa. "Si el problema existe en los seminarios, también está entre los sacerdotes consagrados. Nos ofrecemos a ayudar a reconocer a todos los homosexuales que se refugian en el Vaticano. Los palacios sagrados van a temblar", anunciaron con tono provocador.

Desde que asumió Benedicto XVI, la Iglesia católica comenzó una singular batalla contra el sexo y el reconocimiento de los derechos de las minorías sexuales en todo el mundo.

Fuente: AFP
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Benedicto XVI: los gays y la batalla del sexo

La Iglesia católica está librando, desde la figura de Benedicto XVI, una singular batalla contra el sexo y el reconocimiento de los derechos de las minorías sexuales en todo el mundo. Su discurso llevó al extremo la condena de la homosexualidad y el lugar simbólico que juega la sexualidad en la partida entre materialismo y religiosidad que, según el Papa, decidirá la suerte de Occidente.

El pensamiento de Joseph Ratzinger es político “y resulta eficaz porque se centra en un interés concreto: ofrecer un fundamento autorizado y aparentemente inmutable al terror creciente de ver el declive de un modelo de vida que durante siglos ha garantizado bienestar y superioridad”, según se explica en “Contra Ratzinger”, el polémico libro de autor anónimo que desnuda todos los secretos del actual líder de la Iglesia católica.

El tema de las diferencias sexuales siempre fue un dilema para la Iglesia y, por supuesto, su tratamiento fue modificándose con el paso del tiempo y las jerarquías eclesiásticas. En 1979, Karol Wojtyla (Juan Pablo II) afirmó en su primer viaje pastoral a Estados Unidos que “la actividad homosexual debe distinguirse de la tendencia homosexual porque es moralmente perversa”. Pero con Benedicto desapareció esta distinción: no sólo se condenó la actividad, sino también la naturaleza de la persona. Es decir, lo perverso no es ya el acto homosexual, sino el homosexual en sí.

El 31 de agosto de 2005, el Santo Padre aprobó una Instrucción acerca de los criterios de distinción vocacional respecto a las personas con tendencias homosexuales con vistas a su admisión en el seminario y en las órdenes sagradas, que fue publicada por la Congregación para la Educación Católica. En ella se distinguió entre el homosexual profundo y el transitorio, poniendo especial énfasis en aclarar que la Iglesia no podía admitir a quienes “practican la homosexualidad, presentan tendencias homosexuales profundamente enraizadas o apoyan la llamada cultura gay”.

Desde la carta pastoral Homosexualitatis problema, de 1986, Ratzinger no hizo sino repetir el mismo concepto: “Es imposible aceptar la condición homosexual como si no fuese desordenada”.

Para el actual Sumo Pontífice, un hombre que ama a un hombre, una mujer que ama a una mujer, son condenados como un excedente de la divina (o natural) economía del universo y como un peligro para la sociedad. “Su pensamiento en este caso roza el darwinismo social y el mecanicismo más burdo”, se afirma en “Contra Ratzinger” (Debate).

Sexo. El amor es el tema central de Deus caritas est, la primera encíclica de Benedicto XVI. A través de la distinción filosófica entre dos tipos de amor, agape y eros, amor y sexo, el Papa no solo definió la concepción cristiana de la conducta sexual correcta, sino que corroboró su propia crítica al pensamiento moderno y reafirmó, en implícita oposición a la teología de la liberación, la doctrina social de la Iglesia.

Al basar su discurso en la oposición entre eros (el amor egoísta que pretende apoderarse del objeto de su deseo) y ágape (el amor que “busca, en cambio, el bien del amado: se convierte en renuncia, está dispuesto al sacrificio, incluso lo busca”), hizo que todo el análisis girara en torno a la disciplina.

“No podemos dejarnos vencer por el instinto”, “El eros ebrio e indisciplinado no es ascensión, “éxtasis” hacia lo divino, sino caída y degradación del hombre, sería su razonamiento.

En el pensamiento de Ratzinger, el único camino posible para decir no a las comodidades y frivolidades que nos ofrece la modernidad es el adiestramiento del eros. “Esa forma de exaltación del cuerpo que contemplamos hoy día es engañosa. El eros degradado a puro sexo se convierte en mercancía, una simple cosa que se puede comprar y vender; es más, el propio hombre se convierte en mercancía”.

En su concepción es fundamental que el sexo se discipline, porque sólo así los hombres aceptarán de nuevo considerarse engranajes obedientes en el diseño de Dios. El acto sexual es el lugar simbólico donde se juega la partida entre materialismo y religiosidad que, según Ratzinger, decidirá la suerte de Occidente.


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