Suena su celular. Lo llaman para preguntarle qué piensa sobre el caso de la modelo jovencita que acaba de morir. Roberto Piazza se excusa, y cuenta que lo están llamando desde las 8 de la mañana de todas las radios y canales para que opine.
¿Cuándo fue que te convertiste en el gran opinador?No sé. A mí, menos Blackie, me entrevistó todo el mundo. Y después de tantos años, resulta que a veces la moda es la nota de color en un reportaje a Piazza.
¿Sobre sexo te consultan desde que te declaraste abiertamente gay?No, yo antes no me animaba a hablar de nada. Veo videos míos de hace 20 años y digo: ¡qué boludo...! Eso se lo conté en una nota a Orlando Barone, hace años.Esas declaraciones no suelen ser espontáneas.En mi caso, sí. Yo me mando y después digo: "uy....". De ahí en más me llamaron para opinar de todo. A mí me encanta la psicología, me hubiese gustado estudiar. Casi que ni siquiera terminé el colegio. Me echaban de todos porque no estaba de acuerdo con nada. Tampoco terminé Bellas Artes. Y diseño de moda no estudié porque no existía.
-Un gran ejemplo para tus alumnos...(Se ríe) Sí, tengo 2.500 en todo el país, repartidos en ocho escuelas y una Universidad de la Alta Moda en Córdoba que lleva mi nombre. Yo sólo tengo 30 años en la moda. Y aprendí de los grandes.
Al final, sos el gran educador.Sí, el gran educador y opinólogo de la mediática (ríe, divertido).
Hacés alta costura, teatro, radio, tele, ¿no le decís que no a nada?No. Ahora me llamó Mercedes Carreras para una obra dramática, Barcelona (de Jorge Medina). Estamos esperando sala porque acá o se convirtieron en estacionamientos o están ocupadas con gatos con tetas de plástico. Tambén me llamó un flaco para hacer de Paco Jamandreu y contar todos los puteríos del atelier cuando la atendía a Evita. Es brutal, es la mujer de campo, bataclanona, que se convierte en la gran diva.
¿Te cansaste de la moda?No, me fascina. Este año hago otra vez mi desfile a beneficio de Los piletones, de Margarita Barrientos, una mujer increíble.
¿Fuiste a conocer el comedor?Todavía no, tengo que ir. Pero siempre estoy corriendo. Igual, llamo a mis clientas adineradas y les pido que me donen comida, cosas. ¡Me mandan de todo!
Hablando de tus múltiples actividades, ¿qué significa que vas a cantar tu vida en un show ("Roberto Piazza canta y cuenta su vida", a partir del 29 de marzo, en el Velma Café)?Que estoy armando un espectáculo donde voy a contar lo que viví. Me fui de mi casa a los 18 años, tengo 47... Me decís familia y tengo que ir al diccionario a ver de qué se trata. ¿No te sentís solo?Ya no. Mi viejo me echó de casa por puto y no dejaba que mi vieja pisara mi nueva casa.
¿Vos le contaste que eras gay?No, se fue enterando. Mis amigos eran una más loca (sic) que la otra. Y tus viejos se dan cuenta de todo. La relación era pésima, además, porque él me decía que mamá estaba loca y alcohólica. Y era verdad, pero por culpa de él: yo le descubrí que tenía un hijo con otra mujer. ¡Y le puso mi nombre! Todo esto lo voy a contar en mi espectáculo.Es fuerte como para querer cantarlo.Pero hay más. Desde los seis años sufrí abusos sexuales de parte un familiar. Y tuve tres intentos de suicidio. Otro, en mi casa estaría tirado, borracho.
El escenario es tu catarsis, entonces.Sí. Se prende la luz y no quiero bajar. Ahora las aguas se apaciguaron, no veo las nubes negras que veía. Pero tenés que mantener el caballo agarrado. Pienso: si tanto lloré por cosas que me pasaron, hoy elijo que me den plata. Antes me quería matar, ¡ahora lo canto! (lanza una carcajada) Te aclaro que lo del canto me lo tomo muy en serio. Primero fui al otorrino, para que me revise el hiatus. Después al alergista y de ahí al iriólogo.Hago foniatría, fonoaudiología y tengo un coach, una profesora de lírica.
Una fortuna esto de cantar.Sí, pero gostosa. El iriólogo me curó el reflujo nocturno y la alergia. Una cosa es la moda, donde yo soy el divo, y otra esto que es más nuevo. Yo amo a las modelos, me encanta verlas con mis vestidos, es mi forma de relación sexual con ellas. Sólo una vez tuve un problema con una de ellas.
Y con Isabel Sarli algo pasó...Me volvió loco, levanté fiebre. Ella hacía 14 años que no aparecía en ningún lado y la convoqué para uno de mis desfiles. Gracias a Dios, Juanita Martínez me ayudaba a calmarla. Hubo una pequeña discusión, estaba nerviosa, se desmayó. Es muy insegura. Y no quería desnudarse adelante mío.
¿Perdón?La gente es rara. Eso sí: cuando salió, para mí fue una gloria. Pero no la volvería a llamar.
¿Te queda alguna asignatura pendiente? ¿Tal vez ser padre?No lo soportaría. Soy obsesivo, así que estaría pendiente todo el día de si comió o no, si habla, si respira. Sería un buen padre, mucho mejor de lo que fue el mío. Quizás más adelante, cuando sea viejo, lo pienso y adopto. Además, ¿a quién le dejo todo esto? ¿A mis hermanos? ¡Ni loco! Murió mamá y se destartaló el collar.
Lucila Olivera
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