sábado, 31 de octubre de 2009

A putear mi amor


La cumbia, el rock, el punk y la escena queer pueden ser un cóctel explosivo cuando quienes ponen la voz, los instrumentos y el cuerpo son un grupo de mujeres dispuestas, sobre todo, a mover las energías de quienes las escuchan. Las Kumbia Queers, de ellas se trata, ya cerraron una marcha del orgullo en México y otra en Buenos Aires. Y aunque Pilar Arrese, guitarrista, niegue que se trate de activismo, sus shows hacen mucho por movilizar conciencias.

¿Cómo se formaron las Kumbia Queers?

–Fue un poco fortuito y no, porque tampoco creemos tanto en lo fortuito. Hace tiempo que Ali Wua wua, la cantante, quería venir acá porque le parecía que había un movimiento importante de mujeres. Cuando vino paró en nuestra casa y armó una banda con otras chicas. Y le dijimos: “Pero, ¿qué onda? Queremos tocar con vos”. Nosotras éramos las She Devils, Juana Chang y otra amiga de ellas que se llamaba Roctavia. Queríamos tocar con Ali, pero ella quería hacer cumbia y nosotras rock; ni sabíamos tocar cumbia así que fue por eso que le propusimos empezar a versionar temas de Black Sabbath, The Cure, o “La isla bonita”, que la hacía Juana.

Ustedes traspolan el rock a la cumbia, la escena queer a la escena cumbanchera...

–Bueno, creo que en nuestras cabezas chocaba todo y lo que logramos fue fusionar eso que teníamos adentro: venir del punk rock, estar re podridas de las letras que se escuchan y que son un garrón. Las letras del rock nos parecen tontas y aburridas y en cambio la cumbia, en general, mueve mucha más energía. Tuvimos la suerte de conocer a Pablo Lezcano, de Damas Gratis, ir a sus recitales, ¡que no sabés lo que son! Lo que era antes ir a Cemento es ahora verlos a ellos: toda la gente re sacada y bailando pogo. Un recital de rock es distinto. Ya no se baila ni se bebe alcohol, porque todo se hace más temprano y las bebidas y las entradas son caras. Nuestros recitales sí son divertidos y creo que es porque se nos mezcló la cumbia, el punk, el rock, la concurrencia femenina, un público mucho más mixto. Yo hace mucho que no iba a un recital de rock donde estén todas las chicas bailando adelante como están en los de las Kumbia.

¿Coincidís con Ali en que acá hay un movimiento de mujeres interesante?

–Que acá hay mucho más que en México, seguro. Chicas tocando y haciendo movida, poetas, artistas, acá hay mucho más, sí, pero no creo que haya una escena en particular. Sólo mujeres que aisladamente hacen cosas.

Ustedes hacen cumbia, pero parece que tienen, además, una mirada sobre la cumbia, como si le dieran una vuelta de tuerca a través de las letras. ¿Hay algo de ironía en eso?

–No, no está pensado desde ese punto de vista. Las letras de las canciones de Ali podrían ser perfectamente de cualquier cumbia; por ejemplo “Chica de calendario”: a mí me encantó cuando la escuché porque me parece re loco que una chica le escriba una letra así a otra que está fotografiada en un calendario, eso lo escribe, por lo general, un tipo.

¿Cómo definirías al público que las sigue?

–Super amplio, mixto en edades y en gustos musicales. Y tanto acá como cuando viajamos el público nos recibe muy bien. Este año nos invitaron a Neuquén a tocar en una contrafiesta del Día del Maestro. La oficial es en un lugar de strippers y al terminar le regalan siliconas a la ganadora de la noche. Un grupo de maestros se pudrió de eso y se decidió a hacer otro tipo de fiesta. Nos llamaron, fuimos y el recital se llenó también de estudiantes. Había una mayoría de 17 a 22 años. Por eso te digo que el público es variado. Incluso hacemos un tema de El Otro Yo que empieza diciendo La cumbia es una mierda y la gente que sigue a esa banda se muere de amor cuando la pasamos a versión cumbia. Mucha gente tiene peleada su propia cuestión de gusto, a todos nos pasa. A mí me gustaban aisladamente algunas cumbias de Gilda, de Lía Crucet o de la cumbia villera, que tienen letras que no me gustan nada y otras actuales y maravillosas. Para mí se emparienta bastante con el punk rock. Me gustaba todo esto, pero jamás se me ocurrió que iba a terminar tocando cumbia.

¿Hay algo de activismo en tu recorrido artístico?

–Yo no lo vivo como activismo. Lucho por vivir tranquila con las cosas que me gustan. Hay mucha represión y me da bronca: por eso peleo. Lo de la diversidad sexual me parece super combativo. Que no puedas estar tranquila en la calle, en tu trabajo o con tu familia por tu gusto sexual, me parece tremendo. Siempre peleé porque se reconociera como una elección y una forma de vida. Y todo lo que me parece que debería ser mejor guía mis acciones. He ido a cantidad de marchas y manifestaciones contra el gatillo fácil y el abuso policial, por la diversidad, por la despenalización del aborto. Recuerdo un festival Hard Core Gay Antifascista que organizamos por la despenalización del aborto en el que invitamos a una banda que cuando subió a tocar colgó bebés en bolsas, como fetos muertos, y ahí, junto con Chabán, paramos todo y aclaramos por micrófono que esos chicos habían entendido todo mal, que no estábamos hablando de muerte, que la propuesta era otra. Y fue buenísimo porque había 2000 personas en Cemento y lo que se generó en la gente fue una especie de debate espontáneo. Estaban las mujeres de la Comisión Nacional por la Despenalización repartiendo volantes y conversando con el público, así que no faltó nada. Fue genial.

¿Qué pasó con aquellos eventos legendarios que organizaban ustedes, los Belladonna?

–En el último Belladonna, tres años atrás, tocamos con Ali y Juana y estuvo buenísimo. En ese momento empezábamos con las Kumbia a viajar a México y ya no teníamos tanto tiempo. Además comenzaron a repetirse muchas cosas y no aparecían mujeres rebeldes nuevas, o nosotras no las estábamos conociendo. La idea inicial de Belladonna nació como una contrapropuesta. Una vez fuimos a tocar a una marcha un 8 de marzo y no nos gustó ni la convocatoria ni el discurso que tenían y dijimos: basta. Basta también de conmemorar a la mujer, nos pareció que estaba muy sucia esa fecha. Que sea propuesta como un día de compras y que las oficinas les regalen a sus secretarias una lapicera nos hace pensar que ya se embarró mucho. Así que a partir de esto decidimos organizar un festival de mujeres rebeldes y Patricia propuso hacerlo en los cambios de estación, con las brujas, con celebraciones más paganas.

¿Cómo fue tocar en la marcha del orgullo Glttb en México?

–Buenísimo y a la vez raro, porque la gente era muy tranquila, tímida, algo conservadora. Una marcha multitudinaria, sí, pero, por ejemplo, casi todos los números eran de Latin American Idols. Y nosotras éramos demasiado estrambóticas para ese contexto. Lo que conocíamos era toda una zona rockera re loca y descontrolada y pensamos que eso iba a ser así, pero no, para nada. Acá la marcha es mucho más intensa. Hay un movimiento gay muy distinto. Incluso allá las chicas tienen una apariencia, un estilo más clásico. Es llamativo. No creo que hagan mucho cuestionamiento a la apariencia y al género.

Ustedes accedieron a medios masivos. ¿Cómo fue?

–Nos toman como algo curioso. Pero también nos vamos enterando de que nos llaman porque hay gente que trabaja en estos medios a la que le encanta nuestra banda y por eso se interesan. Fuimos a Mañanas informales, porque ahí no sé a quién le gustábamos. También nos reportearon de 7 Días, porque al pibe que nos entrevistó le gusta lo que hacemos. Y sabemos que Matías Martin también nos sigue, o que en el programa Cárceles ponen temas nuestros de separadores. En Son de Fierro pasaron Chica de calendario. De todo esto nos vamos enterando por la gente. Pero también tenemos cuidado con ciertas cosas. Por ejemplo, nos invitaron a La liga, pero no nos gustó lo que vimos sobre la cumbia en uno de sus programas. Nos parece que hay mucho de reírse de la gente o de hacerles pisar el palito.

¿Están terminando de grabar su segundo disco?

–Sí, con producción de Pablo Lezcano. Incluye versiones, por ejemplo, de una canción de Serge Gainzbourg que está en una película de Tarantino. Toca con nosotras el chico de Dancing Mood, como invitado. Al comienzo le pusimos unas puteadas, que no sabemos si dejarlas o no. Pero está buenísimo también, porque son las bestialidades que le salieron a Juana en ese momento y que nosotras le pedimos. Antes era más común que las canciones fueran más fuertes, que hubiera puteadas en las letras, ahora no: ponen ese loguito en los discos que advierte “letras explícitas” cuando hay insultos. Cada vez es mayor el aplacamiento social, la bajada de línea. Empezó a silenciarse en los ’90, cuando se puso de moda el uso del “pip”: “A mover el cu ‘pip’”, ¿te acordás? Y después todo el mundo decidió no decir cosas en las canciones que pusieran en riesgo su reproducción en los medios. Pero nosotras estamos haciendo algo bastante popular, ¿cómo no vamos a putear? Y dentro de las versiones que hacemos hay otra de una canción que encontramos, cuyo autor es Octavio Mesa y en la que él dice que hace todo al revés, que duerme de día y compra sus remedios en la cantina. Esto tiene mucho que ver con nuestro espíritu, de hecho la canción dice: “Nunca me voy a casar, porque soy tan rara. Todo lo que me gusta es al revés”. Es una declaración de principios.

Paula Jiménez
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