sábado, 25 de julio de 2009

Cazando al homo


“¿Qué puede llevar a un niño de 11 años a tal estado de desesperación como para quitarse la vida? Me lo pregunto todos los días y probablemente nunca conozca la respuesta. Lo que sí sabemos es que Carl fue acosado implacablemente en su escuela.” Con estas palabras, la madre de Carl Hoover-Walker, quien se suicidó en abril de este año, se dirigió al Congreso para pedir que se implementen las políticas antibullying en todas las escuelas de Estados Unidos. “Le decían gay, marica, se burlaban de su manera de vestirse y de moverse. Y la escuela no hizo nada, ni los maestros sabían qué responder. Sólo tenía once años, aún no se identificaba como gay o heterosexual o cualquier otra orientación. Era un niño. Todos esos chicos en su escuela que lo llamaron de tantas maneras lo hicieron porque creyeron que eran las más hirientes y dañinas palabras que podían usar para insultarlo. Y así fue.”

Por estos mismos días aparecen estudios que reconocen un vínculo entre el acoso escolar y la tendencia al suicidio. La sensación de desprotección y de callejón sin salida que sufren los niños y niñas burlados sistemáticamente se ve potenciada por la actitud de los adultos: “Son cosas de chicos”, “Esto en mi época también sucedía”, “Con esto se va a hacer hombre, así es la vida”. Estas frases aparentemente inocuas son, como mínimo, un acto de negligencia si parten de los profesionales de la educación. El encubrimiento, la vista gorda, refuerza la idea de que el que sufre algo habrá hecho. El que sufre no tiene a quien recurrir y en parte siente que ni siquiera se lo merece.

El círculo actualmente se cierra en el plano virtual con lo que ya ha sido bautizado como cyberbullying. Los menores son acosados vía mail y vía chat, reciben correos electrónicos que amenazan con divulgar un “secreto” vergonzante. Si bien existe ya una batería de software para evitar este tormento, menos costoso y eficaz sería hacer crecer a niños y niñas por fuera de la homofobia y sus prejuicios. Por el momento, mientras existan en la web juegos como “Cazar al homo”, que fue producido en Francia, prohibido luego y es furor en Georgia (el país) entre el público infantil, la no discriminación es una utopía. El juego transcurre en una selva donde se pasean los nudistas gays a quienes los cazadores, ataviados de verde y con caras de machos, deben disparar para evitar que éstos se los violen. Los creadores del juego se asombran de las reacciones adversas que ha provocado el juego: “Pretendíamos reírnos de los cazadores y no de los gays”. Y tal vez tengan su parte de razón. Es probable que al asunto le esté faltando un poco de sentido del humor. Pero mientras haya suicidios y cazaputos, poco espacio queda para la risa.

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