domingo, 28 de diciembre de 2008

Príncipe gay en busca de un novio


El 15 de enero, la televisión británica llegará a un punto bien alto de originalidad bizarra: ese día, la BBC emitirá el primero de cuatro capítulos de un programa –que se está terminando de filmar en estos días– en el que tres príncipes no occidentales intentarán, escondiendo su identidad y viviendo como mortales plebeyos, encontrar a su media naranja en la ciudad inglesa de Brighton. Los participantes son: el príncipe Remigius de Jaffna, de Sri Lanka, que dijo tener la esperanza de hallar a una señorita “tan elegante como Lady Di”; el príncipe de los zulúes de Sudáfrica, quien, con un sobrepeso notable, precisó sin vueltas que su objetivo será enamorar “a una mujer muy bonita, sin importar su personalidad”, y el príncipe indio Manvendra de Gujarat, que, a diferencia de sus compañeros, no seducirá a potenciales futuras princesas, porque en su corazón sólo hay lugar para príncipes azules como él. Resulta que Manvendra (43), miembro de una de las familias más ricas de su país, es gay, y el primer heredero real del mundo que se animó a salir del closet. Su historia, no exenta de tristezas y tempestades por haber admitido su condición, merece ser contada.

Hace seis años, Manvendra ingresó de urgencia, víctima de una feroz crisis de nervios, en un hospital de Rajpipla, la tierra de la que es regente, al oeste de la India. Acababa de divorciarse de una hermosa princesa y su psiquis había naufragado por sentir que le había destrozado el corazón a una muchacha tan noble de espíritu como de sangre y, sobre todo, por la advertencia que le hicieron sus padres: “Pronto, vas a tener que casarte con otra”. El secreto, que había sepultado adentro de sí desde la pubertad, bajo toneladas de pudor, miedo, y culpa, volvía a torturarlo. Necesitaba alguien que lo escuchara, un oído que lo aliviara. Y lo encontró en el terapeuta que lo trató en su larga internación. “Desde que crecí, siempre me sentí atraído por los hombres”, le confesó. Se sintió más libre.

Tiempo después, el profesional se lo contó a la familia de Manvendra, que recibió la noticia como una mecha prendida que había que evitar que llegara a la dinamita, es decir: absolutamente nadie tenía que saberlo. El honor nobiliario estaba en juego. Los muros de silencio de la familia fueron útiles por cuatro años. En 2006, Row Kawi, el único periodista indio gay confeso, lo convenció de dar el paso decisivo que le cambiaría la vida para siempre: confesar públicamente su homosexualidad. Así lo hizo en una entrevista que le concedió a Kawi, y que fue publicada en un diario local. “Supe que estaba preparado para enfrentar hasta la peor de la circunstancias”, cuenta ahora el príncipe.

¿Qué sucedió entonces? Justamente, lo peor. Fue desheredado, expulsado de su familia y recibió un monzón de condenas de sus compatriotas, que no podían digerir la revelación. En la India, la homosexualidad sigue siendo perseguida penalmente.

Manvendra ilustra hasta qué instancias llegó la reacción de su pueblo: “La gente cortaba mi foto del diario donde se publicó la entrevista y hacía hogueras. Me declararon persona muerta”. El tiempo, por suerte para el príncipe, fue luego decantando el horror de su padre, el rey Ragubir Gohil Singh, hasta transformarse en comprensión, al menos la suficiente para readmitir a su único hijo como integrante de la familia. Así, este príncipe, que fue criado en un mundo que de tan lujoso y protocolar rozaba la fantasía símil Siddharta –al tomar agua, dos sirvientes le acercaban la copa y salió solo a la calle por primera vez a los quince–, cerró, y bien, un capítulo de su vida marcado por el peso de un tabú, y abrió otro dedicado a la lucha por los derechos de las minorías sexuales.

Manvendra creó una fundación –Lakshya–, principalmente dedicada a la prevención del sida en parejas gays. Además, es miembro de la Red India de Minorías Sexuales y fundador de la Red de Acción por la Salud Sexual, también de ese país. Este año participó de la Marcha del Orgullo Gay europea en Estocolmo. Sólo le falta conocer el amor verdadero, que espera conseguir en el programa de la BBC. ¿Tendrá acento british? Se verá.

Santiago Casanello
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