sábado, 13 de septiembre de 2008

Christine Vachon: Matadora


“Todo es cuestión de usar la dosis de pasión suficiente”, dice la productora de cine Christine Vachon a modo de epílogo, desde la experiencia de haber hecho posibles las películas de directores como Todd Haynes, Larry Clark, Todd Solondz o Rose Troche. Vestida siempre de negro y seguida de cerca por su mujer y su hija de seis años, la fundadora de Killer films se aventura en lo que vendrá para el cine mientras mira con deseo a la televisión.

¿Hay una vocación en ser productora de cine?

–Si lo que estás preguntando es quién carajo quiere ser productora de cine –como ya lo han hecho–, digo sin dudar: yo. Además tuve mucha suerte de empezar en Nueva York cuando grandes realizadores como Spike Lee, Jim Jarmusch y Todd Haynes, por ejemplo, también estaban empezando. Fue un tiempo en el que había que descubrir el verdadero sentido de posibilidad, parecía increíble que gente como nosotros pudiéramos hacer películas que la gente pudiera ver, y hasta competir con Hollywood. Y la idea de producir películas era una manera increíble de poner en orden todas las cosas dentro de mí. Y encima andar de gira con directores que admiro mucho.
¿Por qué llamar Killer Film a la productora? ¿Había algo con lo que querías acabar?

–No quería matar a nadie, es una expresión en América que se usa cuando querés decir que algo es muy bueno. Entonces, “Killer” es algo usado a modo de motivación, corto, interesante y fácil de recordar.
¿Nunca se te ocurrió dirigir?

–No, y no entiendo por qué la gente piensa que uno es productor porque no puede ser director. Para mí ése no es el caso. La producción de películas siempre me interesó. La dirección no tanto. Estoy muy feliz haciendo exactamente lo que hago y siento que tengo una vida tremendamente creativa. Cuando recién empecé dije “wow!”, es el productor el que tiene que tener toda la imagen en la cabeza todo el tiempo y eso era muy interesante para mí, desde pensar en el tamaño del camarín para algún actor hasta el último detalle de guión. Tomar la decisión de financiar un film, de una manera o de ninguna manera siempre es una decisión creativa porque hay un profundo efecto en la habilidad del director de darse cuenta de que veo su visión de la manera que él o ella quiere.
¿Intervenís sobre los guiones?

–Sí, desarrollamos casi todas las escenas que producimos. Estamos muy comprometidos en el proceso desde el principio. Entonces, para el momento que llega a la pantalla, ya ha habido tremendas cantidades de discusiones e intercambios.
Aun así, con grandes discusiones, pudiste mantener una relación de casi 20 años de trabajo con un director como Todd Haynes. ¿Es difícil sostenerla?

–No, es fácil, una vez que aprendés a colaborar con alguien, es fácil seguir haciéndolo, uno desarrolla una forma de diálogo, de confianza y colaboración, en algún punto es difícil cuando trabajo con nuevos realizadores. Quise trabajar con Todd desde que vi terminada Superstar. The Karen Carpenter Story, porque era a la vez una historia trágica y un entretenimiento divertido hecho con un presupuesto mínimo.
¿Podrías decir que Haynes sigue siendo un director independiente, a pesar del presupuesto de su última película, I’m not there?

–Yo me considero independiente aunque produzca películas de 2 o 25 millones de dólares. Al principio estaba muy claro que un film independiente era la alternativa a un film de Hollywood, que fuera financiado por dinero que no fuese de Hollywood. Ahora ése no es el caso, hay tantas mezclas... Incluso Happiness de Todd Solondz, que es uno de los films más controversiales que hice, estuvo coproducido por Octuber Films, que pertenece a Universal. Entonces el único modo que veo para definir un film independiente es que pertenecen a una mirada singular, aun cuando pueda ser un film de Hollywood, como el caso de There will Be Blood –de Paul Thomas Anderson–; pienso abiertamente que es eso lo que hace a un film independiente: que no podría haberse hecho por nadie más.
Que además, para existir, necesariamente tiene que ser visto...

–Por supuesto. Es la parte más difícil, incluso creo que necesitaría diez años más para poder pensar en cómo pudimos imponer nuestro cine del primer período (principios de los ’80). En Estados Unidos no existen subsidios para el cine como en Europa y eso, aunque envidio a quienes los tienen, es provocador porque fuerza la conversación entre realizadores y audiencia. Una conversación vibrante, excitante, aunque muchas veces sometida a casualidades...
¿Cómo cuáles?

–Bueno, que una historia cuadre en su tiempo. O conseguir una distribuidora. Muchos realizadores nunca consiguen llegar a la pantalla para mantener un diálogo constante con la audiencia. Más ahora que se han perdido la mitad de las distribuidoras.
Y que la otra mitad distribuye material muy homogéneo en todo el mundo...

–Sí; en Estados Unidos apenas si vemos algún film que no sea en inglés. Pero también hay que tener en cuenta que la gente no va al cine, ni siquiera ve películas en DVD sino en la pantalla de su iPod, a pesar de que nosotros las hayamos hecho en 35 milímetros. Es así, nos guste o no.
¿Eso replantea el modo de hacer cine o la búsqueda de historias?

–Todavía no lo sé. Creo que es un típico caso de “vaso medio lleno, medio vacío”; en un modo creo que es increíblemente excitante que los realizadores puedan contar historias mucho más “baratamente” de lo que yo pude. Cuando yo empecé uno tenía que filmar en película, y ahora no; y creo que eso les facilitó el camino a los jóvenes de manera extraordinaria. Pero sí pienso que uno debe mantenerse continuamente flexible y abierto a la rapidez con la que increíblemente cambia todo.
Tan flexible como para producir para televisión en lugar que para el cine...

–Hemos llegado a una etapa dorada de la televisión. Directores que cinco años atrás se habrían alejado de la idea de alguna vez realizar algo para la pantalla chica, ahora lo hacen... A lo que debería agregar que muchos televisores en América son mucho más grandes que muchas pantallas que tenemos en los cines, por lo tanto los términos tienden a confundirse. El hecho es que la televisión es más cambiante que la industria del cine en estos tiempos. La industria cinematográfica está más aterrorizante de lo que ha sido en años anteriores, y la televisión parece estar yendo directamente donde la industria cinematográfica no se anima a ir.
No se podría decir que la serie The L Word sea un lugar donde el cine no se anima a ir, pero sí que ha sido importante para muchas lesbianas. ¿Tuvo algo que ver en ese proyecto?

–No tengo relación con The L Word, mi única relación es que al igual que una enorme cantidad de directores habría matado por trabajar en ella; pero yo no tuve nada que ver, salvo a través de directoras que trabajaron conmigo como Rose Troche. Es verdad que ha sido un evento de visibilidad y es un gran show para mirar... como un Oprah (por el talk show de O. Winfrey), pero suave...
¿Que haya tenido lugar en la televisión abierta colabora con familias queer como la tuya?

–Yo soy gay, tengo una pareja y una hija, ¿eso es queer?
Es un modo abarcativo de llamarla... ¿fue una decisión difícil la de tener una hija?

–Yo creo que no es fácil tener hijos, seas gay, heterosexual o lo que seas. Y sobre todo no es fácil tenerlos en el ámbito del cine y en Nueva York. Pero es todo lo que sé y ha sido una gran experiencia; aunque no es para todo el mundo.
¿Por qué no para todos?

–Porque no todo el mundo debería tener hijos. Hay un montón de padres terribles que no deberían tenerlos. De todos modos, nuestra hija, en Nueva York, es una de muchas y eso facilita las cosas.
Tu esposa...

–Yo nunca llamaría a mi pareja como mi esposa, porque legalmente no podemos casarnos. Depende todo del estado en el que te encuentres.Y si es el estado el que decide si alguien puede o no ser tu esposa, yo no quiero usar ese término.
¿Quisieras tener derecho a usarlo?

–Sí, lo he pensado. Aunque en cierta forma me deprime un poco ver cómo los gays quieren parecerse tanto a los heterosexuales. No lo sé. Pero cuando tenés un hijo y no podés casarte, y no tenés derechos que las familias heterosexuales dan por sentado, es difícil, hay que tomarse un tiempo antes de responder.
¿Las dos tienen las mismas responsabilidades y derechos con respecto a la niña?

–Los tenemos, pero hubo que pasar por muchos procesos y atajos legales, ella tuvo que realizar una second parent adoption (N. de R.: segunda adopción parental, en inglés parent no tiene género).
Al menos existe esa posibilidad para parejas del mismo sexo...

–Sí, existe en Nueva York, pero depende de cada estado. Florida, por ejemplo, está totalmente en contra de la adopción para parejas homosexuales.
¿Hay una mayor apertura en Estados Unidos sobre estos temas?

–No lo sé, no es uniforme. Pero lo cierto es que también hay muchos países europeos que están contra de la adopción para personas homosexuales. Suecia está en contra de la adopción... ¡el país más liberal del mundo! La gente está bien conviviendo con gays, con las parejas que forman, pero cuando metés chicos en el asunto se enloquecen. Es para ellos como cruzar la raya. Y es, para nosotros, la próxima frontera que tendremos que mover.

Marta Dillon
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