Arte, cultura y sociedad desde una optica un poquito gay... es decir, una mariconada!
sábado, 20 de diciembre de 2008
El día que Mafalda se hizo torta
El otro día pensaba en los héroes y me di cuenta de que héroes eran los de antes. Mafalda fue una heroína. Mi papá me regaló el Toda Mafalda cuando me dio otitis y no pude ir con él un fin de semana. Mafalda vivía con su familia, odiaba la sopa y leía el diario. Algún día trabajaría en la ONU y hasta quizá se casaría con Felipe, pero no lo sabemos, los rumores dicen que él es muy mayor para ella y que sólo tienen una buena amistad. Sea como fuere, Mafalda no tendría hijos, eso lo haría Susanita, quién sabe si con Manolito. ¿Y Miguelito con Libertad? Mmm, yo creo que Libertad estaba enamorada de Mafalda.
Mafalda fue mi heroína porque era niña y hablaba un lenguaje de adultos, como yo que no sabía lo que era Vietnam pero estaba en contra de los EE.UU. Y si me relajo un poco, empujo la puerta y lo digo: mi primer amor fue Mafalda. Digamos la verdad, Mafalda no era linda, ese pelo incontrolable y esas patas cortas que nunca crecían, pero si lo pienso bien no puedo negar su encanto.
Quizás Mafalda era la posibilidad de enamorarse sin que nadie se entere. Era una época de largas caminatas de recreo de la mano de Eva, una época en la que cuando corríamos Eva siempre ganaba. Corría muy rápido, me atrapaba, la risa explotaba y las maestras nos retaban por tanto escándalo. No me gustaba faltar a clase, quizás los quince minutos del primer recreo junto a Eva justificaban una mala nota en matemáticas, ella cruzaba su brazo sobre mi hombro y le dábamos la vuelta al patio, esquivando el mástil, y hablando inagotables minutos. Tenía la sonrisa más grande del grado y el pelo siempre recogido. Eva tenía unos ojazos marrones y las pestañas más lindas y sensuales de todo el turno mañana; de un sólo parpadeo lograba hacerme feliz, si hasta me hubiera inmolado en la puerta de la dirección con tal de que me haga más ojitos. Me acuerdo que en verano usaba bermudas y unos zoquetes blancos cortitos y yo podía ver sus piernas largas y flacas. No eran como las de Mafalda, pero yo me contentaba con poder verla cerca mío. No sé si a Eva le gustaba Mafalda, pero a mí me gustaba Eva.
María Schwartzer
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